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Papi y el carrito

  • Foto del escritor: EL ÁGORA DE LOS CONTESTATARIOS
    EL ÁGORA DE LOS CONTESTATARIOS
  • 5 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Autor: Leviatán


Papi y el carrito

Mi papi me mira y llora, creo que no me estoy portando muy bien pero no sé por qué. Recuerdo cuando nos sentábamos con mamá en las sillitas de la sala, en las noches de películas que teníamos los sábados; ella era tan alegre, papi la veía sonreír y sus ojos brillaban como estrellas, parecían grandes platos redondos, de esos que faltan en la cocina. Pero un día mami se fue y nunca más volvió a casa; me pregunto si perdió el camino de regreso; papi no quiere contarme, cada vez que le pregunto sobre ella me dice que se ha ido a visitar a la abuela –pero yo sé que eso no es verdad porque la abuelita vive en el cielo y mami odia las alturas–.

Papi debe irse a trabajar en las mañanas, hora donde saca el carrito repleto de dulces y termos de café de la sala y lo deja en la calle, se pone una gorrita para protegerse del sol que yo le pinté de azul y no regresa a casa hasta por la noche, por lo que siempre estoy sola en las tardes. Como me aburro fácil, me la paso corriendo por toda la casa, de un lado a otro, de la cocina al cuartito que comparto con papá. También me gusta jugar con unos animalitos de peluche que papi me regaló en navidad, los hago casarse entre ellos y vivir millones de aventuras; hoy van a pelear contra el malvado Perlito Bigotes Esponjosos –un pequeño gatito blanco, mi favorito–. Pero lo que más hago es quedarme embobada frente al televisor durante casi todo el día, adoro pasar de canal en canal viendo todo ese montón de programas tan divertidos que hay en ellos. Aunque a veces me da algo de miedo. En muchos canales se habla de un tal “virus”, no sé lo que es, pero dicen que es muy malo y que está molestando a las personas; no me gusta, no quiero que me moleste a mí. Se lo he dicho a papi, pero siempre me dice con una sonrisa que no tenga miedo, que son cosas de grandes, y que mientras él esté conmigo me protegerá siempre de ese malvado. Te quiero papi.

Creo que papi está haciendo ejercicio, tiene que ser, está más delgado y cada vez que regresa en las noches llega sudado y con ojeras, ¡debe haber trotado mucho! Además, el ejercicio también lo ha vuelto menos comelón. Cuando cenamos, papi solo se come la mitad de los frijoles recalentados, a veces ni los sirve; yo como mucho, me encantan los frijoles y papi lo sabe, por eso, siempre que ve mis ojos de perrito que vela, se ríe y me acaricia la cabeza, dejando que me coma lo que él no quiso, ¡qué bien, más para mí!

Papi no volvió al trabajo, me dijo que le dieron unas pequeñas vacaciones, pero me pregunto por qué se levanta a llorar en las madrugadas. Pobre papi, de seguro extraña sacar a pasear al carrito todos los días. Ya nos hemos tomado todo el café de los termos, no me gustó mucho, es amargo y no había azúcar, pero papi dice que debo tomarlo porque me ayudará a crecer tan grande y fuerte como mamá; también nos hemos comido todos los dulces del carrito, ¡y con lo mucho que me gustan! Papi dice que saldrá a comprar más, espero que sea pronto… ya me está dando un poquito de hambre.

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