La protectora
- EL ÁGORA DE LOS CONTESTATARIOS
- 3 ago 2020
- 15 Min. de lectura
(Colombia)
Camila y yo habíamos comprado Vino y dos cajas de cigarrillo con un dinero que le robe de la alcancía a mi primo mientras estaba en la ducha con su novia. Cuando fuimos a comprarlos me dio mucho miedo porque el señor de la tienda me miró extraño, como con ganas de preguntarme qué edad tenía y si a algo le tengo miedo es a las preguntas: -son la razón por la cual estoy aquí-, pero después todo bien, compramos el dichoso vino, los cigarrillos e incluso dos gomitas de cien y nos fuimos cagadas de la risa.
Cambiamos de camino y todo bien, cuando llegamos a la casa de Camila, luego de correr casi por media hora para que no nos pillaran nuestros padres ni los maestros, pusimos música, bailamos y tomamos como locos, ese día casi me culeo a Ronald pero mi amiga me detuvo, recuerdo que estaba tan mareada por el alcohol y la mala hierba que había traído Camilo que me subí la falda en medio de una canción de reguetón y le dije que me hiciera suya, solo suya que me venía, solo suya que me mojaba toda y ¡puta madre! A la media hora Ronald ya estaba en el baño tocándome los muslos con su pequeña erección, yo le besaba los labios y me acurrucaba en su pecho;-Qué rico, pensé. Nadie había notado nuestra ausencia dado a que todos estaban medio borrachos y medio manoseándose, así que cuando Camila se dio cuenta que Ronald y yo estábamos a punto de ponerle nombre al lavamanos yo ya estaba medio desnuda, Ronald tenía su miembro afuera y quedamos pasmados en la mitad de un beso con lengua, Camila comenzó a reírse y nos tomó una foto, Ronald se subió su pantalón, yo recogí mi tanga, me subí la falda y pasé toda la tarde correteando a Camila por la casa para que no subiera la foto a ninguna red social; pero el resto todo bien, reímos mucho , nos besamos mucho, y la pasamos súper . Escuchamos los lamentos de Camilo, el cual lloro casi toda la mañana recordando a su exnovia, Camila lo consolaba a punta de caricias y Camilo le besaba los brazos; todos sabíamos que esos dos tarde o temprano iban a unir cavidades. También fastidiamos a los vecinos tirándoles las latas de cerveza que íbamos acabando, tirándoselas a la cara, cuando pasaban nos decían: -¡Chinos hijueputas! ¡póngase a estudiar más bien!, y todos nos poníamos a reír como locos, nos sentíamos como cuando éramos pequeños y nos reuníamos en la parte derecha de mi casa para jugar a las escondidas, porque nos mirábamos. Nos tocamos y nos daban ganas como de irnos de nuestras casas todos juntos e irnos a vivir en un bosque a cocinar venado asado, organizar orgías gigantes y despertarnos todos los días a las diez. Al final nos prometimos que íbamos a ser socios de por vida y que jamás le volveríamos a hablar a Carlos. A eso de las tres ya estábamos medio bien, nos colocamos loción y toda la cosa para volver a nuestras casas como si nada hubiese ocurrido.
El hecho es que no podía salir y a eso de las nueve de la mañana ya estaba aburridísima, alcazaba a escuchar cómo mi primo se manoseaba con su novia, los besos y esas caricias llenas de labial barato y erecciones me hicieron recordar cuando Ronald y yo casi copulamos, la casa olía a mierda y a mí ya me estaban dando ganas de pegarme un tiro, todo por culpa de Carlos, si ese puñetero idiota no nos hubiera quedado mal, no hubiera cometido este crimen y a lo mejor no me hubiera perdido de los quince de Camila.
Me aburrí un poco y comencé a limpiarme las uñas, tuve que quitar a Fernando para que no me estorbara y lo acurruqué al lado de Alberto para que se sintieran cómodos los dos, Fernando y Alberto se llevaban bien… supongo. Saqué mis esmaltes y comencé a dibujarme una florecita con corazones. Puse música y mientras Ñengo Flow decía: quítate la ropa, pégate, quítate la ropa, yo me iba pintando las uñas. De repente Fernando que comienza a morderle los ojos a Alberto y Alberto grita y me dice: ¡marica ayúdeme que este gato huevon está lastimándome! Yo me llené de rabia ¡cómo se iba a meter con mi mejor amigo!, Alberto solo lloraba porque el estúpido de Fernando ya estaba a punto de arrancarle el ojo izquierdo, entonces yo cogí el cortaúñas que tenía y se lo clave en el culo a Fernando, el soltó un quejido horrendo que llegó hasta el primer piso. Tuve suerte porque mamá estaba trabajando y a esas horas mi primo siempre se iba a dejar a la novia a la casa, así que estaba sola, cuando saqué el cortaúñas salió un chorro de sangre que arruinó mis uñas, lo que me hizo dar más rabia aún porque ya estaba a punto de terminar y de repente ese gato marica se tira las florecitas; lo tiré al piso y me dirigí a donde Alberto el cual estaba temblando por el dolor. Le arreglé el ojo con colbón (un medicamento que funciona para aliviar el dolor de los ojos); luego arrullé a Alberto hasta que se durmió, le dije que tranquilo que no iba a volver a dejar que ese gato estúpido le volviera a dar siquiera un rasguño. Cuando Alberto se durmió lo acurruqué debajo de las cobijas después de quitar la colchoneta llena con la sangre de Fernando.
Fernando estaba absorto lamiéndose el trasero en una esquina de mi habitación, el piso tenia pequeños rastros de sangre y me dio asco porque me empapé el dedo con el plasma de ese idiota; cada vez que estaba más cerca de él me lanzaba un gruñido y levantaba las patas mostrándome las garras, a mí me daba mucha risa y saqué mi teléfono para tomarle una foto, un breve espasmo recorrió mi trasero y me sentí algo excitada, miré a Alberto, estaba dormido y aún le dolían los ojos porque se sobaba con sus enormes orejas de oso; algo dentro de él, en su silencio me aclamaba y me sugería una venganza, era como si Alberto me mirara desde sus sueños, desde su pelaje lleno de rasguños y me dijera: ¡por favor, termina con ese gato marica, clamó venganza, sangre y más sangre, por mi ojo, por la fiesta, por Carlos, por el mundo! Alberto estaba enterado de lo de Carlos y de cómo me había delatado, él se enteraba de todo ya que él era mi confidente, yo le confiaba todo.
Fernando salió despavorido de la pieza con una rapidez impresiónate a pesar de estar mal herido, yo lo perseguí por toda la casa hasta que quedó rodeado en el patio, todavía recuerdo esa mirada, esa mirada llena de odio, de soledad; como de vulnerabilidad. Fernando me lanzó un rasguño y me lastimó la mejilla izquierda, yo reí un poco y me limpié la sangre con la muñeca. Me acerqué por el franco izquierdo y observe como se arqueaba, empuñé el cuchillo y con una sonrisa pícara lo mire a los ojos, nos observamos alrededor de unos cinco minutos, desde nuestro silencio, desde el odio de Fernando hasta el amor que tenía por Alberto. Él atacó primero y se abalanzó sobre mis brazos, con su pata izquierda rasguñó una de mis tetas y me mordió la barbilla, yo procedí entonces y lo agarré del cuello, vi cómo su lengua se deslizaba desde sus dientes hasta sus labios y me dio mucha risa. Le mordí una oreja, Quería jugar a las mordidas. Dejé el cuchillo sobre la lavadora y lo mandé lejos, me puse en cuatro patas a su altura y nos miramos, él salió corriendo pero con mis manos lo detuve, me aventé sobre él y comencé a jugar. Primero empezamos por mordernos, recuerdo que en una de las mordidas me alcanzó a quitar el cuero de la oreja, lo cual me dolió demasiado, en un momento lo solté, decidí que el juego iba a ir en serio. Me quité toda la ropa hasta quedar completamente desnuda. Quería liberar mi chacra salvaje. Luego me aventé completamente sobre él y comencé a pegarle rasguños y puños mientras rugía como toda una fiera -¡Oh! Qué loco. La pelea duró unos treinta minutos entre insultos y rugidos por parte Fernando que con cada golpe parecía más débil, yo ya tenía parte de su sangre sobre mis senos y sobre todo estaba repleta de rasguños en los brazos, en las manos y en el trasero. En un momento nos alejamos y yo ya estaba medio exhausta los dos jadeamos de cansancio y de dolor, sobre todo Fernando que ya cojeaba por una pata que le mordí – Ya me había cansado del juego así que me apresure a terminar el trabajo. Recuerdo que cogí el cuchillo y me agaché de nuevo. Lo miré, él me miró y sacó las uñas -Sabía que había llegado su momento. Esta vez fui yo la que atacó primero, él se intentó defender clavándome las uñas en los senos pero estaba tan excitada que el dolor solo me incitó más. En un momento ya lo tenía del cuello y ¡pram!, le clavé el cuchillo en la garganta, el cuello era demasiado pequeño, así que por poco y que le quitó la cabeza, cuando retiré el cuchillo su cuerpo cayó como un trapo viejo sobre mis piernas, algo muy cómico he de admitir. Por alguna razón me llevé el cuchillo a la boca y probé el sabor de mi oponente sabía rico, a victoria, a Alberto, a una culeada frente a un espejo de bar barato con olor a vómitos y sangre.
-Mira: voy a estar contigo bebé, no te voy a dejar, nadie nos va a separar, ya Fernando está muerto por haberte lastimado, ha recibido su castigo. No voy a dejar que nadie me separe de ti. Haré todo lo posible para que estemos juntos.
Cuando mamá entró escuché sus gritos, mi primo irrumpió en la habitación y comenzó a aclamar mi nombre -¡Qué hipócrita!- cuando por fin me encontraron, estaba llorando abrazando a Alberto. Él me pedía más leche y yo intentaba amamantarlo. Mi madre y mi primo se quedaron en silencio. Yo los miré y les sonreí, les dije: ¿muy hambriento cierto?
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